miércoles, 31 de octubre de 2007

Competitividad

Sergio Sarmiento
30 de octubre
REFORMA

"La habilidad de aprender más rápido que tus competidores puede ser la única ventaja competitiva sustentable".

Arie de Geus

La madre de todos de los problemas de México es la falta de competitividad. Éste es el factor más importante que hace que persista la pobreza en nuestro país ya que nos impide lograr un mayor desarrollo y prosperidad. Mientras México no logre aumentar de manera significativa su productividad, tendremos que seguir viendo cómo otros países que antes se encontraban peor que nosotros no sólo nos alcanzan sino nos superan.

En su presentación este lunes 29 de octubre en la Cumbre de Negocios de Monterrey, impulsada por Miguel Alemán Velazco, el gobernador del Banco de México, Guillermo Ortiz, ofreció un panorama contundente sobre la pérdida de competitividad de la economía mexicana.

México tiene en la actualidad, dijo, una tasa de crecimiento potencial de apenas 3.5 por ciento al año. Esto quiere decir que hasta ahí puede llegar nuestro crecimiento antes de que tengamos presiones inflacionarias.

"La competitividad -dijo Ortiz- no es un concepto estático". Otros países del mundo han demostrado que pueden transformar su capacidad de crecimiento en un periodo relativamente corto. La India tuvo una tasa de expansión apenas superior al 1 por ciento anual durante décadas después de su independencia; pero ahora, gracias a una serie de reformas aplicadas en los últimos años, está creciendo a una tasa promedio de 8 por ciento al año de forma sostenida. Brasil, a su vez, registraba una capacidad de crecimiento de entre 2 y 2 y medio por ciento hasta hace poco, pero ahora ha logrado elevarla a entre 4.5 y 5 por ciento.

Todos los indicadores de competencia en México muestran niveles de estancamiento o incluso de retroceso. En el índice de competitividad del Foro Económico Mundial de Davos hemos perdido casi una veintena de lugares en los últimos años y hoy nos encontramos en el puesto número 55. Países como Chile, España y Corea del sur hace mucho tiempo que nos han rebasado en esta tabla.

En su presentación del lunes el gobernador del Banco de México ofreció varios indicadores que subrayan la poca competitividad de la economía mexicana. Uno de ellos es nuestra deficiente infraestructura en general y en campos tan concretos como puertos y vías férreas. Los costos de producción en México son más caros que los de otros países que compiten por inversión extranjera directa. Nuestros bancos y servicios financieros, nuestras telecomunicaciones, la electricidad y otros insumos, la financiación del proveedor, el agua, el transporte, el empaque, el alquiler, los salarios de los ejecutivos e incluso los sueldos de los trabajadores son vistos como más elevados que en otros países con los que competimos por empresarios encuestados por el Banco de México y la Secretaría de Economía. El desempeño educativo de México es de los más bajos entre los países que participan en las pruebas de la OCDE a pesar de que, al gastar el 6 por ciento del PIB en educación, estamos por arriba del promedio de los países que forman parte de este grupo.

La rigidez de los mercados, especialmente el laboral, es un obstáculo adicional a la competitividad de nuestro país. Este lunes Ortiz citaba una tabla que mostraba que las barreras a la competencia en México han aumentado de manera muy importante entre 1998 y 2005 mientras que virtualmente todos los demás países de la OCDE han disminuido las suyas. Tenemos el más alto índice de rigidez en la creación de contratos de empleo y uno de los más altos en el despido. Por eso es tan caro y tan difícil generar empleos en la economía mexicana. En el indicador general de regulación de mercado de la OCDE nos encontramos nuevamente entre los peores países del mundo. Lo mismo ocurre en el índice de Estado de derecho del Banco Mundial y en el índice de percepción de la corrupción de Transparencia Internacional.

Si México quiere crecer y generar una mayor prosperidad, que pueda distribuirse entre los habitantes del país, será necesario que hagamos reformas que nos permitan tener una economía más competitiva. En eso, me parece, hay un acuerdo casi unánime en el país.

El problema es que muchas de las reformas que estamos haciendo en México parecen tener -por lo menos desde mi punto de vista- el sentido opuesto. Ahí está como ejemplo la nueva reforma fiscal. En lugar de simplificar y hacer más equitativo el sistema lo hace más complejo. La reforma todavía no ha entrado en vigor, pero ya Hacienda está buscando modificar las reglas generales con circulares, como le ha prometido a las maquiladoras. No parece ser éste el camino para lograr una mayor competitividad.





Halloween



Un artículo publicado en el semanario Desde la Fe de la arquidiócesis primada de México recomienda a los niños no celebrar el Halloween porque considera éste como un festejo satánico. Afirma el artículo que en esta fiesta "se realizan misas negras, cultos espiritistas y otras reuniones relacionadas con el mal y el ocultismo". La exageración es evidente. El Halloween no es más que una fiesta infantil en la que se aprende a aceptar la muerte con sentido del humor. Es distinta, por supuesto, de nuestro día de muertos, el cual debe sin duda preservarse. Pero dedicar esfuerzos a desterrar el Halloween me parece una pérdida de tiempo y de sensatez.
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