viernes, 11 de enero de 2008

Crecimiento económico, pobreza y deshonestidad

Editorial - El Economista

11/ene/2008

La pobreza es preocupación de todos, pero es más acre y teatral en muchos círculos de izquierdas y progresía, e incluso en el gobierno.
Gabriel Quadri de la Torre

La pobreza es preocupación de todos, pero es más acre y teatral en muchos círculos de izquierdas y progresía, e incluso en el gobierno. Curiosamente, ahí, un histrionismo calculado o ingenuo bloquea al razonamiento sobre los orígenes del problema, y apenas va poco más allá de una retórica moralista o resentida, de autoflagelaciones conmovedoras, o de diatribas tartamudas contra el maligno "modelo neoliberal". La negación a razonar sobre las causas de la pobreza -y por tanto sobre experiencias exitosas y soluciones practicables- sugiere deshonestidad y/o una ideología obtusa. La pobreza, como fenómeno social persistente y generalizado se funde con el subdesarrollo, y sólo el crecimiento económico acelerado y sostenido a lo largo de décadas es capaz de erradicarla.

Durante mucho tiempo (antes de Solow), irónicamente, el tema del crecimiento económico no pareció interesarles demasiado a los economistas. Hoy, sin embargo, existe abundante literatura al respecto y es un tópico que atrae cada vez más el debate y la investigación. Se ha imputado influencia determinante en el crecimiento económico, en distintos momentos, a la geografía, al cambio tecnológico exógeno o endógeno, desde luego a la acumulación de capital, a misteriosos rendimientos crecientes, y al denominado Consenso de Washington (liberalización, desregulación, privatización, disciplina fiscal y monetaria).

Más recientemente se han multiplicado las dudas, pero las instituciones (derechos de propiedad, marco legal, normas sociales, cultura, costos de transacción) parecen gozar de la más alta reputación en la determinación del desempeño económico y del desarrollo (North).

La experiencia asombrosa de China (que ha logrado en apenas 20 años rescatar de la pobreza a 400 millones de personas), y el éxito de Corea, Taiwan, Malasia, Chile, Irlanda, y de manera más incipiente de la India, han ofrecido datos muy elocuentes para confrontar las hipótesis con la realidad. Dani Rodrik, en un estupendo libro recién publicado (One economics, many recipes, 2007) se aboca a ello.

En primer lugar, confirma lo que ya sabíamos, que el crecimiento económico es el único medio capaz de batir el flagelo de la pobreza. En segundo logar, ofrece evidencia de que, si bien ningún caso exitoso se ha conformado fielmente al Consenso de Washington, en todos se cumplen minuciosamente principios fundamentales de la economía neoclásica: incentivos correctos para lograr eficiencia en la asignación de recursos, derechos de propiedad bien definidos, equilibrio fiscal, y política monetaria prudente. Cada país exitoso los ha interpretado y traducido en instituciones (reglas del juego) eficaces pero específicas a cada contexto nacional, que han ido evolucionando y adaptándose a condiciones cambiantes en el entorno internacional. Se trata de muchas recetas institucionales maleables, nada ortodoxas, que han removido las trampas del subdesarrollo y la pobreza: sistemas fiscales ineficientes, riesgos a la inversión y a la propiedad, externalidades negativas y fallas de coordinación, baja productividad y tecnología, escasez de capital humano, infraestructura inadecuada, ahorro y crédito insuficientes. Lo más interesante, es que la crítica de Rodrik al Consenso de Washington, desgraciadamente para muchos, no demerita los principios y el instrumental analítico de la economía neoclásica; al contrario, los revalora.

Si la preocupación indignada por la pobreza de nuestros pobristas y nuestra izquierda fuese honesta, se envolverían arrobados con la bandera del crecimiento económico, y buscarían frenéticamente fórmulas para eliminar los factores que lo inhiben. No es así; prefieren marchar hacia atrás grotescamente en "defensa de los energéticos" y actuar como rent seekers profesionales, amagándonos con mentiras y disturbios en busca de subsidios y proteccionismo comercial.
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