lunes, 26 de noviembre de 2007

La escuela no puede sola; la familia tampoco

Eduardo Andere M.


Esto de la educación escolar es muy complejo. Papás y mamás, directivos y maestros se pasan gran parte de su vida pensando en la mejor forma de educar a sus hijos y pupilos. Los niños y jóvenes, cuyos padres de familia y maestros no están preocupados profundamente por la educación, tienen, según la evidencia, un futuro menos promisorio tanto en su comportamiento social como en su desempeño académico. Estar "preocupados" por la educación de nuestros pupilos entraña mucho más que un interés de palabras, de labios para afuera. Gran parte del éxito futuro de nuestros pupilos depende de un alto nivel de expectativa y preocupación por parte de padres y docentes.

La evidencia científica sugiere que la complementación escuela-hogar, o familia-docentes es muy importante en todas las edades de la vida escolar, desde la educación inicial hasta la preuniversitaria. Además, esto es especialmente importante para niños, niñas y jóvenes que provienen de hogares pobres.

Pero ¿qué nos dice la investigación y la práctica educativa alrededor del mundo en relación a la familia y la escuela? Primero, y esto es, quizás, hasta donde llega la coincidencia en teorías y sistemas, que la relación es importante y que debe darse en los dos sentidos: del hogar a la escuela y viceversa.

Segundo, que la participación comprometida (involvement) de los padres en la educación de los hijos es importante para su desarrollo futuro integral lo que incluye alto desempeño académico. Esta participación comprometida de los padres se demuestra con muchas conductas, como son: asistir a las reuniones y eventos de la escuela, mantener un ambiente adecuado en casa para el estudio, propiciar una entorno favorable para actividades complementarias fuera de la escuela, como artes, deportes, museos, bibliotecas, asistencia a los maestros -previa solicitud- para apoyar en el aula, mantener a la educación escolar como una meta o expectativa importante para los hijos y comunicarse constantemente con los maestros y directivos de la escuela. El tono de la participación comprometida cambia con la edad de los hijos y el grado escolar, pero la esencia es la misma: relación con la escuela, relación con los hijos, contexto o ambiente fuera de la escuela para el estudio y la nutrición de la educación con miras hacia el aprendizaje. Lo peor que puede suceder para los hijos y pupilos es lo que yo llamo "educación en automático". Es decir, automáticamente los padres "depositamos" a los hijos e hijas en la escuela con la seguridad o esperanza de que la escuela se encargará de su educación. O, automáticamente, los maestros envían a sus pupilos de regreso a los hogares con la seguridad de que los padres ayudarán con las tareas, o subsanarán cualquier deficiencia en el trayecto estudiantil.

Los niños y niñas son máquinas de aprendizaje. Los enfoques modernos en pedagogía reconocen esta realidad y han modificado su enfoque escolar de la enseñanza al aprendizaje. Estamos en pañales en el desarrollo de una ciencia del aprendizaje, pero lo poco que se ha descubierto es que el ambiente o entorno en el que se desarrollan las experiencias de los niños, jóvenes y adultos tiene un gran impacto en el aprendizaje. El cerebro se adapta y desarrolla en función a nuestras experiencias. Si las experiencias dentro de la escuela y fuera de la escuela, dentro del hogar y fuera del hogar son propicias para el estudio, la comprensión, etcétera, les hacemos un inconmensurable bien a nuestras hijas e hijos. En otras palabras nuestras niñas y niños no sólo aprenden sino que aprenden a aprender.

eandere@mexico.com

Powered By Blogger