lunes, 14 de enero de 2008

La ciencia y el arte de la educación escolar

Editorial - EL ECONOMISTA

14/ene/2008

Parafraseando a John F. Kennedy en su discurso inaugural de hace casi medio siglo, el 20 de enero de 1961, no te preguntes qué puede la escuela hacer por ti sino qué puedes tú hacer por tu escuela.

La educación que hoy medimos en logros de aprendizaje y niveles de contribución social, civilidad, transparencias y salud, no es sólo producto del sistema educativo y sus escuelas, sino también -como bien lo ha mencionado el director del INEE, Felipe Martínez Rizo- de la sociedad. Sociedad (incluida la familia) y sistema educativo son las causas de nuestro fracaso educativo. Pero para los efectos de la política educativa dibujar los factores de éxito o fracaso de manera tan abstracta es de poca utilidad.

Las escuelas son organizaciones muy complejas que funcionan como organismos vivos y no como fabricaciones mecánicas que se componen o descomponen de manera y fines sistémicos. Como organismos vivos que son la relación de sus quehaceres y logros es casuística. Lo que esto significa es que no tenemos un modelo ideal de educación escolar como tampoco contamos con un modelo pedagógico ubicuo.

Esto nos lleva, de modo indubitable, a una posición de humildad en políticas públicas. No existe la política pública poseedora de la verdad universal en educación.

Cierto, es mucho más fácil, en este mundo que oscila entre la ciencia y el arte de la política educativa, dibujar el fracaso del sistema educativo y escolar que delinear las características del éxito. Es más fácil criticar que construir. Así las cosas lo más que podemos aspirar es a proponer, un poco como científicos y otro poco como artistas, diferentes opciones para el funcionamiento del sistema y las escuelas. Por ello, no es difícil sorprenderse y maravillarse de los logros educativos de sociedades y sistemas tan diferentes como los que observamos en Finlandia vis-à-vis Corea del Sur, o Hong Kong vis-à-vis Canadá.

En esto de la política educativa y de la educación escolar no hay fórmulas secretas o fórmulas de éxito -verdad que con frecuencia olvidan organizaciones internacionales como la OCDE o el Banco Mundial. El menú de opciones no tiene límites. Existen sistemas educativos exitosos muy centralizados como los son el coreano y el irlandés y muy descentralizados como lo son el australiano y el canadiense. Existen sistemas exitosos con autonomía escolar como lo son el neozelandés y el australiano y sin autonomía escolar como lo son el irlandés y el coreano. Existen sistemas pequeños exitosos como el singapurense, finlandés y flamenco y sistemas grandes como el japonés, inglés y coreano. Existen sistemas exitosos que segmentan o clasifican a sus estudiantes por habilidades como el suizo y singapurense y sistemas que no los segmentan como el finlandés y canadiense.

En el ámbito más cercano de las políticas y prácticas educativas la dificultad de discernir verdades absolutas es todavía mayor. Por ejemplo, uno puede encontrar escuelas exitosas (altos resultados en pruebas estandarizadas) públicas o privadas; mixtas o de un solo género; con uniforme o sin uniforme; con directores o sin directores; grandes (más de 2,000 estudiantes) o pequeñas (300 estudiantes o menos); con métodos tradicionales o modernos o experimentales; con disciplina férrea o relajada; católicas o laicas; con participación activa de padres de familia o participación moderada. En fin, el cielo es el límite.

Esto no quiere decir que la política educativa o la educación escolar son ámbitos dejados a la improvisación o "melatismo". Lo que nos enseña esta lección es humildad. Humildad en las propuestas y humildad en el diseño y ejecución de las políticas y prácticas educativas, con el compromiso de todos.

eandere@mexico.com
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