miércoles, 23 de enero de 2008

La soberbia causa más pérdidas que la ignorancia

Finanzas Personales

23/ene/2008

Desdeñar el impacto de riesgos es práctica común

A todos nos preocupa la ignorancia, porque podemos perder oportunidades.

Pero qué hay de la soberbia, la que nos hace creer que lo sabemos todo, cuando al contrario es la impericia la que domina.

El propio presidente de la Comisión Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros (Condusef) Luis Pazos de la Torre advierte que abundan quienes sobreestiman lo que saben de finanzas.

Así, suponen que entienden y no buscan mejorar su conocimiento sobre la administración acertada de recursos, alerta.

El especialista refiere que esa actitud los conduce incluso al agobio, toda vez que viven preocupados por el desconocimiento sobre su dinero.

Y es que un estudio refiere que un grupo de personas que recibieron información sobre hipotecas redujeron 19% la preocupación sobre el manejo de su crédito.

El ombudsman de los usuarios de servicios financieros considera que la educación financiera es la más poderosa herramienta contra la ignorancia y también contra la soberbia.

Expone que una efectiva práctica de gobierno se desarrolla cuando se alienta a las personas a revisar sus cuentas, a verificar sus saldos, a confirmar su voluntad en sus operaciones.

Y sobre todo, a que lean la información disponible sobre productos y servicios financieros, tanto los que usan por obligación como los que pueden contratar con absoluta libertad.

Cabe recordar que las cuentas individuales de retiro y el ahorro depositado en ellas son obligatorios, mientras que sólo son obligatorios los seguros vinculados a créditos, el resto son de contratación voluntaria.

El experto enfatiza que los productos de largo plazo, como los créditos hipotecarios o las inversiones que para producir resultados deben cumplir un periodo prolongado son los que requieren mayor estudio por quienes las utilicen.


Mejor elección.

Por lo que hace a la previsión de riesgos, el presidente de la Condusef admitió que los seguros son "especialmente complejos".

Pero debe hacerse un esfuerzo por entenderlos toda vez que más de 75% de las pérdidas que enfrentan las personas proceden de desastres no cubiertos.

Reconoció que persiste un bajo nivel de conciencia, en el que otra vez se conjugan los dos elementos negativos: la ignorancia y la soberbia.

De manera que mientras algunos no saben que están expuestos a determinados riesgos, otros que sí los identifican los desdeñan, minimizan sin fundamentos el impacto que puedan causarles.

El experto afirma que no sólo la ignorancia, sino también la soberbia generan conductas pasivas, que se relacionan con falta de confianza en las organizaciones que pueden proveer soluciones.

Por ello es que las personas con mayor educación financiera son las que buscan más información, realizan valuaciones y toman las coberturas más adecuadas para trasladar sus riesgos.

Para Luis Pazos el experto la educación en finanzas debe ser una tarea general, educar tanto a los usuarios como a los educadores, porque con educación todo el mundo gana.

Luis Pazos aclara que la educación financiera no sustituye a las reglas prudenciales que deben existir a favor de los usuarios de servicios financieros.

No obstante, pondera a la educación financiera como la herramienta para mejorar el acceso a productos y servicios financieros.

Expone que las empresas que ofrecen educación a sus usuarios ganan en reputación, son reconocidas, y crecen también con una cartera más sana, de clientes mejor informados y más aptos para obtener servicios y beneficios.

Ahora sólo basta preguntar y responder con honestidad: ignorancia o soberbia son la causa de sus pérdidas.

mtizq@eleconomista.com.mx


Pretextos quiere el diablo y el banco.

Rosalía, mayor de 70 años reconoce que sus deudas son mayores a su capacidad de pago.

Su argumento es que si no gasta ahora cuando lo hará, está cercano su fin, aún cuando ningún médico le ha diagnosticado una enfermedad terminal.

Así, en los últimos años los "agujeros" en su presupuesto los cubre con la venta de sus alhajas, de las joyas que compró a lo lago de si vida.

Tanto amigos como familiares cercanos son su mercado natural.

Lo triste es que el producto de la venta no lo aplica en al pago de sus créditos, sino que paga lo menos que puede y acumula más deuda al comprar artículos que realmente no necesita.

José Roberto por su parte presume de ser cumplido, de manejar con pulcritud sus finanzas.

No sólo cada mes, sino cada quincena asigna la misma cantidad para el pago de sus créditos, y lo cumple.

El problema es que la cantidad no corresponde a los cargos que efectúa, y la deuda crece, sin que al usuario le preocupe.

Y qué decir de Armando Gómez, que acepta cuanta tarjeta de crédito le ofrecen, sin analizar siquiera su costo.

No encuentra diferencias entre las líneas de crédito, a su parecer sólo son productos de bancos diferentes.

Hace poco alguien le explicó que de un mismo banco las tarjetas son absolutamente distintas, no sólo por los colores, y mientas una de color verde cobra intereses de más de 22% real anual, otra de color rojo que también porta en su cartera cobra más de 44%, el doble.

Roberto tampoco había reparado que por cada tarjeta que contrata asume un costo por anualidad.

Cuando hizo la cuenta de todas las tarjetas que usa y lo que le cuestan, se dio cuenta que ha pecado de soberbio y pierde dinero cada día.
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